Hace cinco días que estoy en San Pedro de Atacama. Mi viaje,
como yo lo planifiqué, ha sido para pedalear, conoce y descansar. Llevo
recorrido por lo menos 150 Km en bicicleta… viajar sólo es una experiencia
increíble.
El martes en la noche después de un margarita en un pub del
lugar, me invitaron a carretear a la casa de “el chicojona”, en el sector de
Quitor, y accedí porque realmente no tenía nada más que hacer, al día siguiente
tenía planificadas dos rutas fáciles… seguí mi instinto.
Desde el domingo en la noche que escuchaba a lo lejos un
tambor con un acordeón y cantos de hombres y mujeres repetitivos e incesantes.
Pensaba en ese momento que eran mochileros en búsqueda de experiencias místicas
y con mucho copete y carrete en el cuerpo. Mientras caminábamos hacia Quitor,
escuchaba el mismo tambor y cantos, cada vez más cerca y comenté en voz alta
“¿te imaginas el carrete es en los tambores místicos?”, nos reímos de la idea
pesando en que ellos estaban haciendo una catarsis, pero efectivamente el
carrete estaba ubicado ahí. El Chicojona vive en el terreno que se presta ni
mas ni menos que para la celebración local del carnaval de San Pedro de
Atacama: esos eran los tambores y cantos.
La celebración misma es bien extraña, rondas, comparsas
repetidas, juego de cantos entre hombres y mujeres, la mayoría de connotación
sexual (doble sentido) y girar una y otra vez en un círculo al son del tambor y
el acordeón. Por supuesto fuimos invitados a participar y a los 45 minutos de
dar vueltas y vueltas, no podía parar de reírme… lo pasé realmente bien.
En un minuto, después de tanta risa, mi predecesor me mira y me
dice “¿Qué es esto?” y yo respondí: ¡Una catarsis!. Bastó un segundo en llegar
esa información a mi alma… bastó un segundo en ser procesada, y pude sentir
como el alma se me partió en dos, me inundó un tristeza brutal… catarsis… y
mientras giraba y giraba, sentía una gran pena, pero no estaba sola, estaba con
el Carnaval…