jueves, 30 de enero de 2014

Distorsionar la Realidad

- ¿Cuanta gente se atendió en el Programa el año pasado?, pregunta el jefe. 
- Chuta... tendríamos que verificar cuántos asistieron a las actividades... - responde a tiempo el subordinado. 
- Mmmm... a ver a "esta" actividad... 
- ... Fueron 556 personas - se apresura en contestar el subordinado.
- Ahhh... 600 personas entonces - sentencia el jefe. 


Ante la mirada incrédula de un subordinado cuyo rigor metodológico no le permite comprender las razones que tiene el jefe para redondear cifras que simplemente "son", porque están registradas, pesa la capacidad que sólo tiene el ser humano de "distorsionar la realidad".

Aun que este pobre subordinado no lo quiera creer en realidad hacemos eso toda la vida, todos los días y a cada rato, de lo contrario Descartes no habría inventado el método científico, no se ofrecerían programas de doctorado y postdoctorado, no se entregaría dicha instrucción en las universidades... pero lo cierto es que todo se va al carajo cuando no existe la voluntad de reconocer la verdad, porque en general trabajamos bajo la premisa de la confianza. 

Colgado, el subordinado se va a su casa después del trabajo, se siente aliviado pues en casa estará tranquilo, en paz, lo espera su familia y todo ahí es perfecto, casa, hijos, mujer, cosas, auto, vacaciones, comida, televisión, el futbol. 

Llega a casa y decide tomarse un baño tal vez ahí pueda pensar mejor. En la intimidad de la tina piensa que tal vez él no contó bien, que tal vez el jefe está contabilizando a otros que el no vio... si... eso es, el no los vio. 

A salir de su relajante baño, mientras el vapor se disipa de sus ojos, mira al rededor y ve que en la casa no hay nada ni nadie... al parecer hace días, meses, tal vez años. 

Parece que tanta instrucción y teoría han fallado... 

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